miércoles, 26 de enero de 2011

Los diluvios del Arca

El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que predijo.


Winston Churchill


Desde randi.org
Por el Dr. Romeo Vitelli
Traducción: KC



Predecir el fin del mundo no es una tarea fácil.


Al menos, eso fue lo que Johannes Stoeffler rápidamente cayó en cuenta. Nacido en 1452 en lo que ahora es Alemania, Stoeffler destacó como un erudito y más tarde se estableció como el párroco de Justingen, su pueblo natal. Además de realizar sus deberes religiosos, Stoeffler se hizo famoso por su aprendizaje en campos tan diversos como la astronomía, las matemáticas y la astrología, así como el diseño y la construcción de complejos instrumentos astronómicos, relojes, y planetarios a escala. También escribió un manual sobre la construcción y uso del astrolabio y estableció correspondencia regular con algunos de los principales intelectuales del siglo 15.


En 1499, cuando Stoeffler predijo con confianza que un diluvio universal cubriría el mundo el 24 de febrero de 1524, la gente prestó atención. Stoeffler basó su predicción en las diferentes conjunciones planetarias que pasarían en ese año. Mientras que sólo seis planetas eran conocidos en ese entonces, casi todos ellos (incluyendo el sol) estarían en conjunción en la constelación de Piscis y, dado que éste era el signo de los peces, seguramente significaba que el mundo se ahogaría irremediablemente. Si bien no fue el único profeta del fin del mundo de su tiempo, fue sin duda el más destacado. En 1507, Stoeffler ocupó por primera vez la cátedra de astronomía y matemáticas en la Universidad de Tubinga y eventualmente fue elegido rector en 1522.


A medida que la fecha de la terrible profecía se acercaba, más y más gente escuchó acerca de la predicción. No sólo fue Stoeffler un respetado académico, sino también fue asesor de la realeza, lo que lo convirtió en una fuente creíble. Más de un centenar de folletos fueron escritos sobre la inminente catástrofe y el pánico se apoderó de la gente. Las propiedades en los valles, las riberas de los ríos, o en la costa del mar fueron vendidas con pérdida (el hecho de que todavía había compradores dispuestos no pareció tranquilizar a nadie). Aunque algunos escépticos sugirieron que la conjunción planetaria no sería tan grave como se preveía, el miedo a la muerte inminente aún persistió. Los astrólogos Ingleses, no queriendo ser eclipsados por sus homólogos europeos,  anunciaron que el diluvio universal se produciría el 1 de febrero 1524 (y que la primera lluvia se produciría en Londres, por supuesto).


Si bien 1524 resultó ser un año excepcionalmente seco, los preparativos para una inundación continuaron. En Londres, los verdaderos creyentes construyeron una elevada fortaleza en la Iglesia Prioral de San Bartolomé el Grande y la equiparon con provisiones para dos meses. El 1 de febrero, más de veinte mil londinenses abandonaron sus casas y se reunieron en las laderas vecinas para esperar a que la lluvia llegase. Cuando el diluvio universal predicho resultó ser sólo una salpicadita (lo siento, no me pude resistir), todo el mundo acabó por irse a casa. Para cubrir su vergüenza, los astrólogos Ingleses anunciaron que sus cálculos erraron por cien años y que 01 de febrero de 1624 sería la verdadera fecha del apocalipsis.


En la Europa continental, por su parte, el 24 de febrero se acercaba y los preparativos continuaron realizándose a pesar de la debacle de Inglaterra. Los constructores de barcos se hicieron ricos, mientras que los terratenientes y los nobles se preparaban con arcas de emergencia para su propia supervivencia. Los comerciantes locales jugaron el juego del Apocalipsis y abarrotaron sus estantes con una variedad de suministros de emergencia muy dispuestos a hacer buenos negocios. Las riberas de los ríos en toda Europa estaban salpicadas de nuevos barcos cargados con toda la comida y el agua que con seguridad podrían llevar.


De las arcas de las que se supo serían construídas, la más ambiciosa fue la de un alemán llamado von Iggleheim quien construyó una lujosa arca de tres pisos para sus amigos y familiares. Al amanecer del 24 de febrero, von Iggleheim abordó su arca y ordenó a sus siervos llevar los suministros clasificados por la pasarela. Las multitudes se habían reunido, sobre todo por curiosidad, aunque algunos de ellos se divertían a costa de von Iggleheim. Los abucheos se detuvieron cuando la lluvia comenzó a caer. Si bien no fue una tormenta particularmente impresionante como tal, fue suficiente para sembrar el pánico entre la multitud. Cientos de personas murieron durante la estampida que siguió, pero a continuación la muchedumbre dirigió su atención hacia el arca de von Iggleheim y hacia las otras naves cercanas. Cuando von Iggleheim se negó a permitir que cualquiera de ellos subiese a bordo, fue arrastrado por la multitud fuera de su nave y apedreado hasta la muerte. El pánico sólo terminó cuando cesó la lluvia (aunque los cadáveres permanecieron).


Cuando 1524 finalmente mostró ser uno de los años más secos de la historia, el avergonzado Johannes Stoeffler revisó sus cálculos y concluyó que el Gran Diluvio vendría en 1528. En realidad, nadie se dio cuenta cuando la nueva fecha pasó sin incidentes. Murió en 1531 (por la peste, no por ahogarse) y es principalmente recordado por sus logros en astronomía y matemáticas. El ejemplo de Stoeffler, sin embargo, apenas evitó nuevas predicciones del Apocalipsis. Durante el siglo 17 el astrólogo rosacruz Johann Jacob Zimmerman se hizo famoso por anunciar que el Apocalipsis se produciría en el otoño de 1694 y que el desierto de Pennsylvania sería el mejor lugar para observar el fin del mundo. Con cuarenta entusiastas compatriotas, hizo los arreglos con el Gobernador de Pensilvania para construir un pequeño asentamiento que llamó la "Sociedad de la Mujer de la Vida Silvestre" (a pesar del hecho de que la mayoría de sus seguidores eran hombres). El acuerdo propuesto permitiría a los seguidores de Zimmerman vivir una existencia utópica de contemplación tranquila mientras esperaban el final. Lamentablemente, Zimmerman murió inesperadamente antes de que pudiera acompañar a sus seguidores para salir de Rotterdam. La comunidad planificada siguió adelante bajo el liderazgo del segundo de Zimmerman al mando, Johannes Kelpius. El asentamiento, cerca de lo que hoy es Wissahickon Creek, Pensilvania, es todavía una leyenda local y logró sobrevivir al falso fin del mundo en 1694. El asentamiento sólo se disolvió con la muerte de Kelpius catorce años más tarde.


Aunque se podría pensar que la gente se ha vuelto recelosa de las profecías apocalípticas en la actualidad, esto sería un error. Prácticamente cada nueva generación parece generar otro profeta de la fatalidad proclamando el inminente fin del mundo. Incluso Isaac Newton escribió un tratado ofreciendo su propia estimación de cuando se acabaría el mundo (que se publicó después de su muerte). Profetas famosos del siglo 18 y 19 incluyen a notables como Joanna Southcott con su caja de profecías y María Bateman con su gallina de la perdición. Hasta bien entrado el siglo 20, las profecías apocalípticas continuaron siendo anunciadas como revelaciones espiritistas y/o basadas en signos celestes. Ahora que el temido 2012 se acerca, la última moda del apocalipsis se está desarrollando pero difícilmente será la última.


Mientras tanto, un nuevo y ambicioso proyecto está en marcha en el estado de Kentucky. Organizado por el grupo creacionista "Respuestas en el Génesis" (y en gran medida financiado por el estado de Kentucky), el parque temático propuesto contará con una réplica a escala del Arca de Noé. Si bien los creacionistas detrás de este proyecto, evidentemente, desconocen el destino trágico del pobre conde von Iggleheim, probablemente sería bueno para ellos esperar clima despejado.


El Dr. Vitalli es un psicólogo de Hamilton, Ontario, Canadá. También escribe "Provendentia" (http://drvitelli.typepad.com/providentia/), un blog sobre psicología en el mundo de hoy.


Imagen de entrada desde Crónicas de Palmogala.



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